todo irá bién... tranquilo...
Vivir es un permanente hacerse y desgastarse. Las capas de cotidianidad sin pimienta van opacando la magia de pasados de amor y pasión. Y de repente llega el momento en que percibes que ya no queda nada por discutir... que en la sílaba se interrumpió la palabra, en el parpadeo se borró la mirada, en el bostezo se ahogó el beso.
Mutuamente echamos la culpa del desamor al otro, cuando casi siempre estalla porque no sabemos poner inteligentes paréntesis de ilusión a cadenas de días que nos desgastan. Mezclamos el deseo de ser con la necesidad de supervivir... y cuando así actuamos, el maldito óxido de lo cotidiano siempre acaba corroyendo y venciendo. Damos excesivo vuelo y creencia a lo efímero mientras perdemos la visión de construir y proteger lo único que nos quedará cuando todos se hayan ido.
La discusión respetuosa, esa que está dispuesta a escuchar, entender y aceptar por ambas partes, es el encuentro más sabio entre dos cerebros heridos, porque es la única posible vía a un glorioso reencuentro. Saber hacer marcha atrás y recuperar los mejores brotes del inicio, cuando los gestos desbordaban las palabras, y las miradas el análisis.
Cuando te arrastre el deseo de irte, antes invita con honrosa solvencia a quien fue tu par a hacer el último gran esfuerzo de desdiscutir y desdisputar. Lo más sólido de la vida se teje en la adversidad. Y sólo después, decidid en paz.
Ángela Becerra
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