Me encanta la gente que habla sola por la calle, a su rollo. Los que cantan mientras vuelven del trabajo. O los que silban a pleno pulmón mientras esperan el bus. Envidio esa falta de vergüenza, ese punto de locura que les hace pasar los ratos rutinarios y mecánicos de una forma desenfadada y alegre. Como mucho alguna vez se me escapa una sonrisa cuando recuerdo algo gracioso que me ha pasado... no mucho más... Sigo siendo el chico serio del fondo del autobús que se duerme pronto y deja pasar a todo el mundo antes de subir el.... Ya está. Solo era eso. Seguiré apretando el puño cuando vaya por la Diagonal pensando en mis tonterías y en el Ipod suene "Concubine" o "Last Straw"... reprimido...
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